- Este año se cumplirán cinco décadas desde que los empleados particulares de la Fábrica Textil Rayonhil del puerto de San Antonio levantaron unas de las poblaciones más insignes de Llolleo.
- Su historia, el sacrifico de los trabajadores, la toma de la fábrica en el relato de tres sobrevivientes a la industria que cerró sus puertas en 1980.
Yolanda, Elisa y Arnoldo son tres llolleínos que no solo comparten una ubicación geográfica, los tres son adultos mayores y el pasado 22 de diciembre cumplieron 49 años siendo vecinos. Son testigos de cómo la toma de una fábrica terminó por aceitar una serie de engranajes que gatillaron la construcción de unas de las poblaciones más emblemáticas del puerto de San Antonio, el llamado “barrio de los pitucos”, la conocida Población Rayonhil de Llolleo.
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(Foto: Frontis Fábrica Rayonhil, 1968) |
Yolanda Antivilo, “Yolita” como le llaman sus vecinos, llegó a los 16 años a San Antonio desde la comuna de Navidad para trabajar como asesora del hogar. En 1955 su propio jefe, un funcionario de Servicio de Impuestos Internos, le consiguió un trabajo en la fábrica. Con 22 años, una delgada e introvertida joven de campo que vivía sola y lejos de su familia en una humilde pensión, comenzaba sus primeros pasos en el mundo textil. Los primeros días fueron en la sección “sala de costura”, las denominadas “coneras” por el armado de conos de hilo sintético.
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(Foto: Yolanda Antivilo, Ex Trabajadora Rayonhil) |
La Industria Nacional de Rayón S.A., conocida como “Rayonhil” no solo elaboraba algodón y seda sintética, sino que además contaba con una planta química que producía ácido sulfúrico, todos productos apetecidos para la elaboración de los mejores textiles chilenos.
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(Foto: Arnoldo Núñez, cerró la fábrica en 1980) |
El fin del modelo alemán
El administrador alemán, Leo Kohörn y siete ingenieros, seis germanos y un yugoslavo formaban parte del cerebro y ordenamiento del modelo de trabajo en serie de la industria. La exigente carga laboral demandaba a mediados de los 50’ tres turnos diarios y trabajo 7x1, (siete días de trabajo y uno de descanso). Sueldos altos, casino, médico, policlínico, sala cuna, cancha de fútbol, leche para los trabajadores, pago de la universidad para los hijos de los empleados particulares, navidades en familia y otros beneficios para los obreros eran parte del éxito productivo de la Rayonhil.
(Foto: Elisa Jerez, trabajo 17 años en Rayonhil) |
Arnoldo conoció a su fallecida esposa en la fábrica, llegaron los hijos y la casa que habitaban se hizo pequeña. Yolita en tanto, había pasado su vida en pensiones, arrendando piezas, sin un lugar fijo.
Rayonhil era capaz de construir casas para sus obreros, sin embargo, el costo de mantener la producción era alto, se trabajaba prácticamente sin descanso. Bajo este formato y con la llegada de la Unidad Popular al gobierno, nuevos aires llegan a la empresa, como un reguero de pólvora se levanta la idea de expropiación.
El 24 de mayo de 1971, Rayonhil amanece tomada por los trabajadores, la mayoría de ellos militantes del partido Socialista. Tres días de paralización de obras que pusieron en jaque el abastecimiento de la industria textil. No hubo destrozos, el entonces ministro de Economía Pedro Vuskovic llega hasta San Antonio para anunciar el traspaso de la fábrica al Área de Propiedad Social, nombrando a un interventor socialista. Los más de 800 trabajadores se convertían en los nuevos dueños de la textil. El primer año la fábrica aumentó su producción de siete mil a 12 mil toneladas.
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(Trabajadores de Rayonhil en 1970. En foto aparece Yolanda Antivilo, en la segunda fila la primera de derecha a izquierda) |
“Era una locura, todos querían ser jefes, nadie quería trabajar, unos pocos sostuvimos la producción. En mi turno las chiquillas se hacían las enfermas y se sentaban a esperar que pasaran las horas, se farrearon una gran oportunidad” recuerda Yolita que a esas alturas también oficiaba como Jefa de Turno. Pese a los números azules en las finanzas de Rayonhil, el ambiente laboral se tornó más hostil porque “no se podía confiar en nadie, en cualquier momento te “hacían la cama” y te echaban de la pega. Mucha gente optó por salirse por miedo a lo que venía”, relata Yolanda Antivilo.
Elisa fue una de ellas, después de casi dos décadas su hijo, en ese entonces oficial de carabineros la instó a dejar el trabajo, la planta ya estaba en manos de los trabajadores, “mamá mi hermana chica la necesita, salga de ahí o yo mismo la iré a buscar” relata Elisa. Su hijo tenía claro lo que se avecinaba para el país.
La génesis de un sueño colectivo
Era 1968 y Leo Kohörn aún dirigía la planta, obreros y contratados iniciaban conversaciones con la administración para concretar el sueño de una población. La prioridad se concentró en aquellos que obtenían menores beneficios de la empresa: los obreros. Entonces los contratados decidieron conformar Cooperativa de trabajadores particulares de Rayonhil. Así se logró convencer “al alemán” que donara parte del terreno que había adquirido para la población, “quedaba un buen espacio para construir 48 casas. Y nos dimos a la tarea de aprovechar la instancia” comenta Arnoldo Núñez, “la toma de la empresa sirvió para reactivar el sueño y logramos conseguir los interesados para llenar los cupos”. Por esos entrar al proyecto costaba cerca de 20 mil pesos, el salario promedio era de 45 mil pesos.
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(Foto: Trabajadoras de la Fábrica Rayonhil en 1968) |
La concreción de un sueño
Para 1972 se inició la construcción de las 48 viviendas. 300 metros cuadrados de terreno, 65 metros cuadrados de construcción con ladrillo princesa, tres dormitorios, un baño y una cocina equipada con campana, además de piso de parquet. Una realidad que dista mucho de las actuales viviendas sociales de 54 mts2 emplazadas en terrenos 110 metros cuadrados, sin duda un lujo para la época. Las casas eran hermosas, los pasajes amplios “eran muy distintas a las primeras que entregó la empresa. Han pasado casi 50 años y aún los vecinos de la otra población nos dicen “los pitucos” y nos miran con envidia” dice Elisa desde su casa que aún conserva los muebles originales con los que llegó a vivir hace casi medio siglo.
Previo a la entrega llegó el golpe militar de 1973, en la empresa había que hacer cuadrillas para resguardar las viviendas “si no íbamos a cuidarlas nos robarían los artefactos, así que nos turnábamos para dormir en la construcción” relata Arnoldo evocando aquellos días en las viviendas estaban listas pero los trámites municipales dilataron la entrega.
Los militares que tomaron posesión de la fábrica apuraron la entrega de las viviendas y el 22 de diciembre de 1974 las 48 familias, entre ellos Arnoldo y Elisa, recibían las llaves de su nueva casa. Una mesa larga en medio del pasaje, un cóctel, corte de cinta y a celebrar. El sueño que partió en 1968 se hacía carne siete años más tarde.
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(Foto: Población Rayonhil en la actualidad) |
A la misma hora que Elisa y Arnoldo celebraran su nuevo hogar, Yolita encabezaba el turno de la fábrica. La jefa de sección no la dejó salir a recibir sus llaves, “nunca entendí porque no me autorizaron. Llegué en la tarde cuando ya no quedaba casi nadie. Solo quería salir de la pensión, pero no tenía nada para mi casa”, recuerda. Tenía mucho dinero guardado, “ya que antes del golpe no había que comprar” añade, así que empezó de a poco a comprar un comedor, sillas y artículos de línea blanca. “A las pocas semanas estaba instalada en mi casa, y aún recuerdo cuando pequeña viví en la pobreza porque los papás eran un poco quedados, cuando me aburrí de eso dije, algún día me compraré una máquina de coser, una casa bonita y una cama donde pueda dormir cómoda, y lo cumplí”. A sus 91 años esta mujer vive sola, es autovalente y nunca más volvió a pisar el campo. Su esfuerzo y dedicación le permitieron, pese a su baja escolaridad, aprender un oficio en una fábrica que hoy es solo un recuerdo. El 22 de diciembre los vecinos del pasaje los Yuyos, que cruza la población, se prepararon para festejar la Navidad junto a sus familias, muchos de ellos son familias jóvenes que no saben que ese mismo día, se habrán cumplido 49 años desde que Arnoldo, Elisa y Yolita cumplieron un sueño y su esfuerzo también lo disfrutan hoy otras generaciones que, sin saber, son llamados “los pitucos” de la Rayonhil.
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