Por Manuel Villatoro Jerez
A 114 kilómetros de Santiago está la comuna de San Antonio que alberga el primer puerto del país, a estas alturas debería ser una ciudad pujante, cercana al pleno empleo, en constante desarrollo, con centros de innovación en logística, educación superior entre otros servicios, en cambio, enfrenta el desaire del Estado que solo fija su mirada en la empresa portuaria que le genera el tercer ingreso más importante al Fisco después de Codelco y ENAP.
¿Será San Antonio una ciudad postergada? No. ¿Abandonada? No. ¿Desidia? No, San Antonio es simplemente para la región y el país, una ciudad invisible.
Foto: Diario La Tercera |
Desde el imponente terminal marítimo compuesto por cinco concesionarios, se celebran la llegada de los nuevos buses para el Transantiago, de los nuevos carros del Metro, o de los modernos helicópteros para combatir los incendios en el sur del país, o simplemente de los automóviles de alta gama que llegan para las comunas más acomodadas de la región Metropolitana. Aprovechando el término cinéfilo de moda, San Antonio y el puerto son parte de un extraño multiverso compartido en 405 kilómetros cuadrados de territorio comunal.
Seis mil camiones circulan diariamente por la ciudad, un solo ingreso al terminal en una trinchera bajo tierra con apenas dos pistas. Basta un solo accidente y los seis mil camiones se dispersan por las pequeñas calles de la comuna, colapsando todo a su paso.
La “Ciudad Invisible” es joven, tiene apenas 129 años, cuenta con un centro comercial catalogado como “aberración arquitectónica” por tapar la vista a la bahía y como única fuente de esparcimiento para sus habitantes. En la comuna no hay cine, no hay parques, hay apenas 4m2 de áreas verdes por habitante, muy lejos de las nueve que recomienda la Organización Mundial de la Salud, con un transporte público paupérrimo, aún catalogado como rural por el Ministerio de Transportes y los cerca de seis mil camiones circulando por el perímetro de la ciudad. Y como guinda de la torta, ostenta hoy la mayor cantidad de personas en condición de toma en la región, y una de más grandes en el país. Casi siete mil familias.
¿Cómo entender tanto contraste? No es muy difícil, San Antonio carga el peso de ser uno de los tíos ricos del Estado, mientras sus familias viven apenas con un mendrugo.
El municipio local cuenta con apenas 19 mil pesos per capita para sus habitantes, y debe conformarse con los 300 millones de pesos anules por concepto de patente de la Empresa Portuaria, los ocho mil empleos directos que ofrece la actividad marítima de estiba, desestiba y todas sus externalidades: camiones, contaminación, accidentes, calles en mal estado, etc. Es el comercio, según registro del SII su principal fuente laboral, absorbiendo el 60 por ciento de la mano de obra local. ¿El Puerto?, bien gracias.
Desde enero de 2018 se trabaja en el proyecto de un puerto a gran escala que compita con los capitales chinos de Cosco Shipping que construyen el puerto de Chancai en Perú y que estará en operaciones en 2024, mientras Chile aún se encuentra en evaluación ambiental. Un puerto tres veces más grande que el actual, 18 mil camiones deberán acomodarse en una ciudad invisible, sitios de atraque ocupando todo el borde costero, eliminando la única playa que queda, implementando una parrilla ferroviaria que pasará por el centro de una añosa población de Llolleo, y a menos de tres metros de un colegio y un liceo con más de 500 alumnos cada uno y por la calle posterior del flamante nuevo estadio que terminó de construirse en 2020 pero aún no puede abrir por la pataletas del excesivo protagonismo de la fauna política local. En su etapa de construcción camiones con pesadas rocas saldrán de las canteras ubicadas en las zonas rurales de la comuna, pasando por poblados como Lo Gallardo y San Juan, mima ruta que utilizan los capitalinos para llegar a Santo Domingo los fines de semana.
Mientras, el gobierno de turno y la clase política nacional discute el homenaje al Juez Garzón, las fundaciones ligadas el Serviu, las acusaciones constitucionales a ministros, el pseudo acuerdo partidario a 50 años del golpe, la ciudad invisible agoniza lentamente a la espera de los proyectos que solucionarán las actuales externalidades del puerto -carretera de la fruta y acceso norte a la ciudad- que una vez terminados y cortada su cinta, ya estarán obsoletos para los 18 mil camiones que circularan por las calles de la ciudad invisible.
Al mejor estilo de Gabriel García Márquez, San Antonio: La Ciudad invisible, vive su propia crónica de una muerte anunciada.
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